Esta semana me he tropezado tres veces con la misma piedra. La primera fue el nuevo anuncio de Coca Cola; la segunda, una peli que hacía mil años que no veía y que me encanta, El reencuentro (Lawrence Kasdan, 1983); y la tercera, mi propio escalón vital. Me explico:
Lo de Coca Cola:
Lo de El reencuentro (nominada al Oscar a la Mejor Película en 1984, va sobr

"Hace mucho tiempo nos conocimos durante un corto periodo de tiempo. No sabes nada de mí. Entonces era fácil. Nadie lo tuvo tan cómodo como nosotros, así que no es sorprendente que nuestra amistad pudiera sobrevivir a eso… Es en el mundo real donde las cosas se ponen feas”.
Y lo de mi escalón. Pienso:
Vale, no estoy en el punto existencialista-pesimista, no sé, de Woody Allen (“No es que tenga miedo de morirme… Es que no quiero estar ahí cuando suceda”), pero sí es cierto que ahora, en este escalón vital (treintena, es evidente), no puedo evitar una mezcla extraña: cierto moñoñismo (te tomo prestado el término, Bea) al recordar a mis amigos de siempre (es increíble que el tiempo te los devuelva, ¿verdad, Lara?), a rutinas llenas de despreocupación y de futuro inmediato..., y al mismo tiempo una certeza brutal de que éste es el mejor momento posible, el de más consciencia, el más lúcido.
Bueno, pues los tres tropezones, la Coca Cola, El reencuentro y yo misma, me han estampado contra la misma farola, trascendencias aparte: la serie Treintaytantos. La vimos allá por finales de los ochenta, o sea, que podemos decir que esta entrada es más bien un flashback, y es curioso porque me encantó teniendo 15 ó 16 años, pero es ahora, cuando tengo la edad de los personajes y también sus circunstancias, cuando la he recordado y cuando me he identificado con ella. Sin llegar a batir récords de audiencia (aunque ganó dos Globos de Oro y 12 Emmys en sus 4 temporadas, de 1987 a 1991), la

No se si recomendarla, por aquello de que no estoy segura de que haya envejecido bien (y aún no se si quiero volver a verla…). Pero sí recomiendo el recuerdo. De la serie y de todo lo que sucede antes de los treintaytantos… El resto es todo presente.
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