lunes, 4 de junio de 2007
Aristócratas del sufrimiento
Siempre he creído en eso de que el sufrimiento es liberador del arte. Que sólo el dolor, quizás más el espiritual que el físico (aunque no siempre, me acuerdo de Frida Kahlo…), es el que impulsa y alimenta, y hace brillar, el lado artístico de una persona o, al menos, lo que convierte su arte, o su expresión, en algo único y especial.
(Es raro, pero, dados mis últimos, digamos, acontecimientos emocionales, voy a incluir en ese sufrimiento el dolor y el miedo que provoca la felicidad intensa y tangible, aunque ese sea es otro tema...).
El sufrimiento de Diane Arbus me conmueve. Lo hace a través de la interpretación de Nicole Kidman en la reciente Diario de una obsesión (vaya, también me conmovió muchísimo su creación, la de la Kidman, digo, de otra “doliente” y suicida, Virginia Wolf, en Las horas), pero también y sobre todo a través de sus fotografías. Son raras, como ella (siempre desubicada entre los "normales") y los seres que retrata. Y también son directas y casi agresivas, me hacen sentir incómoda, me asustan un poco y siento algo de vergüenza, como si no quisiera que nadie me viera mirándolas. Pero también me fascinan. Supongo que nada de lo que siento es extraño, supongo que ésa era su intención y que todos los que miramos hacia esos seres que a su vez miran a cámara nos sentimos así. Incómodos, avergonzados, raros, seducidos. Diane se sentía bien retratándoles, acercándose. Parecen irreales y, sin embargo, ella les hace aparecer nítidos y conscientes de sí mismos. Decía Arbus que ellos son como aristócratas del sufrimiento, como “esas personas que en un cuento de hadas te detienen y te exigen que resuelvas un acertijo. La mayoría de la gente se pasa su vida temiendo pasar por una experiencia traumática. Los freaks nacieron con sus traumas. Ellos ya han pasado su prueba”.
Diane se suicidó en julio de 1971. Cuentan que odiaba el verano. Su hermano le escribió una poesía. “Para D. Muerta por su propia mano”. La copio aquí, con el párrafo que más me duele en negrita…
“Mi querida, me pregunto si antes del fin
pensaste en aquel juego de niños al que seguramente jugaste,
en el que corres por encima del estrecho muro de un jardín
imaginando que es la cima de una montaña
con insondables precipicios a ambos lados y
cuando sentiste que perdías el equilibrio saltaste,
porque temías caer, y pensaste
sólo por un instante: es ahora cuando muero.
Eso fue hace una vida.
Ahora ya no estás, te negaste a seguir jugando
el juego de los adultos en el que,
manteniendo el equilibrio en la cima que corona la oscuridad
se sigue corriendo sin mirar abajo
y nunca se salta por temor a caer”.
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2 comentarios:
Tú y yo, yo y tú, llevamos un tiempo saltando, jugando como niños y con miedo a caer, y casi no hemos empezado. Felicidades. Te amo.
(¿Odiar el verano es para contarlo?)
Amiga, me has emocionado de nuevo...te quiero mucho
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