domingo, 8 de julio de 2007

Hay cosas que sé, hay cosas que no


John: “Hay cosas que sé, hay cosas que no”.
Butchie: “La próxima vez podrías decir ‘No lo sé, Butchie’, en su lugar”
John: “No lo sé Butchie en su lugar”.


Es una serie extraña, mucho, John from Cincinnati. Menos nítida quizás en su rareza que esos primeros y tentadores pasos de Twin Peaks pero exactamente igual de alienante y fascinante. Cuanto menos se entiende más engancha. Cada escena, cada plano, cada diálogo parece esconder alguna pista, un indicio, la clave de lo que está o
curriendo. Pero, ajá, a ver quién demonios da con algo tangible, demostrable, concreto. Ese es el punto, según David Lynch y según estos genios llamados David Milch y Ken Nunn, productores, guionistas, que hace unos tres años crearon la impecable Deadwood (ver entrada Esplendor en el barro, del 21 de abril) y que ahora nos plantan esta cosa desconcertante y audaz, imán y fruncidor de ceños, que está llenando los foros de increíbles sugerencias e interpretaciones. Lo de que el 'prota' es Jesucristo es la más suave.

Veamos cuáles son las pistas de las que disponemos para entender, por decir algo, esta nueva serie de la HBO (cómo no) que, por ahora, sólo podemos ver gracias a Internet (el episodio 1 se emitió en Estados Unidos el pasado 10 de junio). La cosa es que un ti
po (arriba, en la primera foto, a la izquierda) aparece de pronto en la playa. ‘De pronto’ quiere decir que aparece sin más, como llegado del espacio o de otra dimensión o del interior de la esencia de lo más hondo de algo que está más allá de nosotros. Pero no se imaginen nada esotérico ni alienígena. Simplemente es así. Es John (Austin Nichols), y a todo contesta: “Hay cosas que sé, hay cosas que no”. Toma axioma.

John se planta con este verbo (tengo conocidos como él: cada palabra que pronuncian se entiende por separado, pero es complicado encontrar un significado global a la frase. Es curioso) en la vida de una familia, disfuncional, por supuesto, de surferos compuesta por:


Mitch Yost (Bruce Greenwood, el JFK de 13 días), el padre, antigua gloria de los surferos, retirado por una lesión de rodilla que le ha amargado el carácter y las ganas de coger de vez en cuando la tabla (sólo solo). Es el primero al que John habla: "Mitch Yost tiene que volver a estar en activo"
. Y el primero, y único por ahora, en levitar. No pregunten.

Su mujer Cissy (Rebecca de Mornay), aún con fe suficiente en los suyos pero sin fuerza ni siquiera para ceder a la histeria, aunque apunta maneras con ese cigarrillo tramposo “dentro” de casa.

El hijo de ambos, Butchie (Brian Van Holt, arriba, en la primera foto, con John), de unos 30 años, otro ex dios del surf caído por las demandas de una vena que apenas se tensa, a fuerza de picos. En su cochambrosa habitación de motel, abruma a John con sus solemnes afirmaciones: "Voy a echar una cagada de la que un adulto se sentiría orgulloso".

Y el pequeño Shaun (Greyson Fletcher), de unos 14
años, hijo de Butchie y nieto por tanto de Mitch y Cissy, en plena ebullición de genes entre las olas, con hambre competitiva, con un pie en la calidez del cuidado que le han dado desde pequeño sus abuelos (un padre colocado descoloca) y con la lucidez suficiente como para lidiar, también desde el calor y el no juicio, con su padre yonqui.

Entre ellos, un desfile de personajes absurdos pero definitivos (el traumatizado dueño del motel –ayayay, esa habitación 24...-; el paranóico poli retirado; la borde y leal Kai, dueña de la tienda surfera; el traficante que persigue a Butchie y que habla solo en
el coche -para apuntar ese monólogo a solas sobre la canción de la radio...-; su hilarante ayudante; el misterioso representante de surferos...) para crear este particular cosmos soleado y salado en el que todo parece tomar un cariz apocalíptico y al mismo tiempo redentor. Ya lo repite John, una vez tras otra: “El final se acerca”.

La cuestión no es tanto que la llegada de John altere la vida de todos... sino más bien que, en palabras del padre-ejecutivo de esta criatura televisiva, “reoriente la comprensión que los protagonistas han tenido hasta ahora de sus vidas”. Y parece ser, así, a simple vista, que parte de la respuesta se encuentra en un pajarraco, Zippy, con gran manejo en el uso de la vida y la muerte, y en la pregunta que plantea constantemente John a Butchie, el héroe caído: “¿Qué quieres, Butchie?”.


No sé si me entienden.