
Hay varios de esos momentos en, por ejemplo, A casa por vacaciones (arriba), una película “pequeñita” que dirigió en 1995 Jodie Foster (fue su ópera prima) y en la que Holly Hunter, que es esa mujer bajita que siempre hace aún

Veamos. No esperéis los grados de acidez de Lester Burnham en American Beauty ni los descriptivos silencios de Dwayne en Little Miss Sunshine, o la muestra de incisivos de El ala oeste de la Casa Blanca y la calidez generacional de la añorada Treintaitantos, pero por lo menos no hay ñoñería (bueno, no mucha) en el tratamiento de temas como homosexualidad, adulterio, drogas y soledad (no os riáis: escuchar una frase “normal” y directa sobre estos temas en una serie americana es como para celebrarlo). Y sí, en cambio, todas esas movidas y guiños y complicidades y cabreos y quiebros familiares que hacen que los capítulos se pasen volando, como esas sílabas sobre las mesas de acción de gracias. Además, se nota que detrás están las cabezas pensantes y la mirada en plano secuencia de gente experta: el productor y guionista Jon Robin Baitz (El ala oeste..., Alias) y el productor y director Ken Olin (El ala oeste..., Felicity, Treintaitanos).
Para los que no hayáis visto ni un capítulo: el piloto comienza con Tom Skerrit, patriarca de una familia de hoy, palmándola en la piscina de su mansión californiana en plena cena familiar. ¿Los que quedan? Pues una viuda más descolocada que Rajoy

-la independiente Kitty (Calista Flockhart, Ally McBeal, después de su salida de Cambio Radical), que comienza la serie como comentarista política en un programa televisivo y continúa el camino por los despachos del senador Robert McCallister (Rob Lowe regresa de los pasillos de El ala oeste…), sólo un poco más republicano que ella pero con las mismas ganas de compartir sus ideales en un plano, digamos, más horizontal…
-la omnipotente Sarah (siempre me ha gustado esta mujer, Rachel Griffiths, desde que debutó en silla de ruedas en La boda de Muriel hasta el perfil superdotado de “su” Brenda en A dos metros bajo tierra…), tratando de compaginar la dirección de la empresa familiar con un marido pegado a una guitarra y dos hijos pequeños…
-el estéril Tommy (Balthasar Getty, Brigada 49), a medio camino entre el complejo de inferioridad y la nada…
-el gay de la serie, Kevin (Matthew Rhys, Love and Other Disasters), a vueltas con su papel de abogado y de abridor oficial de armarios ajenos…
-y el más pequeño, Justin (Dave Annable, os sonará la cara de sus anuncios de Reebok y Pepsi…), que trata de superar su adicción a las drogas después de su heróica decepción en tierras iraquíes sirviendo (¡ja!) a su patria de banderas devueltas en forma de triángulo.
En el mismo estante de Six Degrees (ver entrada del 7 de abril), Brothers & Sisters no es de esas series de las que uno podría estar hablando con devoción y escalpelo y café y cigarrillos, pero sí tiene el encanto de esas movidas familiares de las que hablábamos al principio, referencias cachondas ("Mmmh... Un niño pequeño jugando bajo tu mesa... Eso es muy JFK" -Kitty al senador McCallister) y el ritmo perfecto para verla sin esfuerzo, algo así como lo que ocurre con otra de las series de la casa (la ABC), Anatomía de Grey, pero sin tanta cancioncilla de viaje noñete en coche (a mí me gusta, que conste, pero me río con vergüencilla cuando salta el temita con guitarra de turno, glups)…
1 comentario:
El que tenga una familia numerosa sabe que te pasas la reunión intentando no sacar temas de política por que papá se acalora, aguantando a tu hermana que se cree que lo sabe todo e intentando que algo de lo que cocina mamá te caiga en el plato. Como siempre, los mejores momentos los protagonizan los niños y la abuela, que con la escusa de la edad nos hace unos repasos que pa que!
En mi casa, la banda sonora de las reuniones familiares sería algo así como de Kusturika. Mucho tanchundachunda y sin enterarte muy bien de que te dice el de enfrente. Ruidoso, pero se puede bailarrr
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